Cuando herimos a alguien...
- Yhara Cuitiño

- 29 jun 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 3 jul 2019
¿Qué pasa cuando nos posee una fuerza mayor que la compasión y herimos a alguien sabiendo que se trata de un ataque?!! ¿Qué pasa en nuestro organismo psicológico?¿Cómo gestionarlo?
La respuesta automática hiriente, el ataque fundado o infundado, el error, generalmente proviene de la fuente misma del inconsciente. Este nos posee y nos hace actuar en una dirección lastimosa.
Si actuamos sabiendo que estamos yendo por el sendero equivocado pero aún así continuamos a través de una fuerza mayor que nos impele a seguir, estamos poseídos por lo que los Junguianos denominan la fuerza del complejo. Esto a su vez, en diferentes culturas toma distintas explicaciones, una de mis favoritas es la de los antiguos griegos que creían que las personas eran poseídas por un Dios cuando actuaban de forma aberrante o atípica. De hecho quienes hemos experimentado esa fuerza podemos relacionarnos al concepto de "ser poseídos".
Esta experiencia habitualmente transcurre así: algo sucede en nuestro mundo de relaciones que genera una respuesta automática, inconsciente y que mientras estamos expresando una parte de nosotros mismo reconoce como irracional, errónea y, de una ética dudosa,.… pero aún ante este reconocimiento somos incapaces de detenernos. Cuántas veces me he visto a mí misma en esta escena!!! y he escuchado relatos en los que la declaración es, “sabía que estaba actuando mal pero no podía detenerme”, un ejemplo clínico: una persona se enojó tanto con su pareja que aún ante un pedido de auxilio por un tema de salud, esta se negó a asistirle entendiendo racionalmente lo atroz de su comportamiento; son bastante más comunes la ironía, las pequeñas venganzas, los actos de soberbia, etc.
Aquí no se trata de justificar lo injustificable describiendo estos hechos desde la simbología de la “posesión”, se trata de poder realizar ese acto de conciencia en el que reconocemos que en ocasiones toma el control una fuerza que es mayor a nuestras funciones ejecutivas, y terminamos realizando acciones, o derramando palabras que dañan a quienes nos rodean.
Siempre que lastimamos a alguien es importante poder ofrecer una disculpa y este acto no hay que minimizarlo. Realmente alivia a nuestro ser herido cuando confrontamos nuestro error y esto también nos alivia a nosotros mismos ya que podemos reconocernos en la dimensión de nuestras limitaciones humanas compartidas.
Pero la función de este “error” es como una llave de oro en el camino del autoconocimiento y cuando logramos acercarnos a esa experiencia con los ojos inocentes de la curiosidad, alejados del lastre de la culpa y las emociones auto-hirientes, podemos comenzar a vislumbrar cuales son aquellas situaciones, palabras o acciones que evocan aquella función de ataque. Recordar siempre que ante una amenaza o nos fugamos o atacamos. En este caso en particular atacamos, por tanto podemos rastrear la “supuesta” amenaza.
Se trata de lograr separarnos de la situación concreta y comenzar a detectar los patrones. ¿Cuales son aquellos patrones que nos “raptan”, y activan nuestras defensas primarias? ¿Acaso es el abandono, el rechazo?, ¿la falta de reconocimiento?, ¿sentir un ataque a nuestra integridad?, ¿ser ignorados?, etc, etc… seguramente contenga alguno de los ingredientes que se juegan en el apego primario.
Sea que la agresión que estamos percibiendo es real o creada por nuestra percepción , reaccionamos desde un lugar desconocido, un lugar que seguramente choque con nuestros valores y se manifieste en conductas que nos resulta difícil reconocer. Aún así, según mi experiencia tiene mucho sentido, una vez que podemos reconocer el daño ocasionado, hacer una pausa, compartir la vivencia con alguien que sepamos puede comprendernos, y hacer que la misma cobre sentido a la luz del compromiso con el autoconocimiento y/o los valores a los que adherimos en la vida.
Recordarnos que generalmente vamos a ciegas, que nuestras reacciones tienen sentido porque cumplieron una función importante para nuestro desarrollo y que tal vez, en la dimensión del ahora, ya no sean respuestas adecuadas. Enojarnos con nosotros mismos es un camino que no puede brindar una solución real, es necio, y proviene del mismo lugar en el que se originó el ataque, la inconsciencia. Si lastimamos a alguien, dejemos el refugio de culpar al otro, hagamos ese giro celestial y mirémonos amorosamente para ver desde dónde y cómo colaboramos con el caos en vez de con el entendimiento y la expansión.
Lic. Yhara Cuitiño
Psicóloga y Coach con PNL. (Consultorio en Parque Batlle, Montevideo. Tel 098840030)
https://www.yhara.net








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