¿Sabes decir adiós?
- Yhara Cuitiño

- 26 jul 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 4 ago 2019
Nos cuesta cerrar ciclos, aún contando con la fuerza de argumentos contundentes, nos cuesta dejar ir, nos cuesta soltar lo que ya no usamos, lo conocido, lo habitual, lo que una vez tuvo sentido.
¿Por qué nos cuesta tanto?
Personalmente creo que enfrentarnos a un adiós, es enfrentar a la muerte misma… y los seres humanos hemos estado alejándonos de los ciclos naturales desde hace varios siglos. El compás de la naturaleza nos muestra amorosamente esos ritmos, a través del sol, las fases lunares, las estaciones, las etapas evolutivas, los ciclos femeninos, etc, etc.
Aun así nos cuesta, nos cuesta envejecer, nos cuesta dejar ir a nuestros hijos, nos cuesta reconocer cuando es tiempo de partir de una relación que está estancada, nos cuesta acompasar los cambios. Hemos perdido esa confianza fundamental, básica, que forma el resguardo de amparo constituido por la fe.
Nuestros antepasados eran seres con pensamiento mágico que podían vincularse a los ciclos naturales, nosotros los posmodernos somos seres extremadamente racionales y desconectados de la fuente de la vida misma. Allí en ese gap, está lo que para Kierkegaard es el salto de fe. Se trata de una transición en la que las personas nos movemos directamente de un estado a otro, sin poder estar en los dos al mismo tiempo.
Este pensador nos habla de una realidad infranqueable. O estamos de un lado, o estamos del otro. O estamos desde nuestros salvoconductos racionales explicando nuestras acciones, defendiendo morales, atrincherados en la certeza, o estamos del lado de la fé, entregados a la incertidumbre.
Aceptar la muerte con calma es un acto de fe. Aceptar el final de un ciclo de vida, aceptar un nuevo rol, una nueva fase, no solo implica coraje, también implica saltar al vació y ese brinco se puede dar cuando nuestra conciencia descansa en el amor. La experiencia primordial que habilita el salto de fe es la experiencia de la conexión.
Sin amor no hay salto posible, sin conexión, sin pertenencia nos aferramos a lo conocido mientras nos pudrimos por dentro, deteniendo los ciclos naturales. Así es que un día nos levantamos sin entender porqué la vida perdió el sentido.
En mi experiencia vital, pero también en mi saber académico, el agradecimiento vuelve a la muerte un poco más tolerable. Agradecer sinceramente la experiencia, la conciencia, el encuentro, lo vivido alivia el alma y ayuda a la tristeza a cumplir su función ( el agradecimiento correlaciona estadísticamente con mayor percepción de bienestar psicológico).
Tengamos presente que en cada fin de ciclo seguramente aparezca el dolor de la pérdida y eso es natural. Aceptemos que el dolor es solo eso, dolor, y que poder contactar con él nos permite fluir a través de los ciclos, a través de la vida, creciendo e involucrándonos profundamente.
Lic. Yhara Cuitiño
Psicóloga, coach, Instructora de Yoga (tel. 00598 98840030)
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